lunes, 26 de marzo de 2012

La Pasión de Jesús


Por: Gabriel Bustamante Peña

Muchos años antes de su nacimiento las condiciones históricas de opresión y violencia que se ejercían sobre su pueblo, ya habían determinado que Jesús vendría a sufrir al mundo.

La sevicia con que se libraba esa cruenta guerra contrastaba con la belleza de lo que configuraba su territorio. Las masacres, genocidios, violaciones y demás vejámenes habían convertido esa otrora tranquila comarca, en un averno inimaginable.
Estando apenas terminando de gestarse Jesús en el vientre de su zagal madre, ella y su cansado esposo fueron obligados, por un inoficioso trámite gubernamental de la época, a trasladarse en su crítico estado por un agreste paisaje al lomo de una mula, en medio de todos los peligros que tan aguda situación de violencia acarreaba. 

No contando con medios económicos suficientes y bajo la urgencia de un parto prematuro, Jesús llegó al mundo en un potrero, en medio de animales y estiércol. De esta forma el pequeño abrió los ojos al mundo en una fría noche e iluminado por un cielo campesino titilante de estrellas.

Desplazados una y otra vez por la violencia, Jesús y su familia tuvieron que huir de las masacres, ordenadas, en no pocos casos, por la clase política y económica de la época. Y sin embargo, su naturaleza y la humilde e infinita bondad de sus progenitores, impidieron que el infantil corazón de Jesús se llenara de rencor u odio ante lo que les sucedía a diario.  
Desde temprana edad Jesús se destacó por su liderazgo en la comunidad, con gran empeño se dedicó a la enseñanza y a compartir tiempo con todo aquel que quisiera escuchar sus palabras. Su mensaje, jamás se levantó contra el poder que oprimía a su pueblo, y en ningún momento, representó un peligro para quienes ejercían la autoridad de las armas. Por el contrario, en medio de un mar de barbarie, Jesús hablaba de paz.

Sin embargo, su liderazgo y su condición de maestro hicieron que fuera visto como sospechoso por los opresores de su pueblo, quienes decidieron acabar con él.

Un día mientras departía con sus discípulos, uno entre ellos, y quien decía ser su amigo, lo vendió por algo de dinero a unos soldados quienes lo acusaron de conspirar contra el gobierno. Por esto Jesús fue retenido y torturado de la forma más cruel y dolorosa. Los golpes que le propinaron le dejaron heridas por todo el cuerpo y las golpizas se extendieron por horas enteras.

Finalmente fue llevado a las afueras del poblado y con un tiro en la cabeza acabaron con su vida, para luego ser presentado como un guerrillero dado de baja en combate, ante los angustiosos gritos de su madre que terminó por desmayarse de dolor ante su inerme cuerpo.

La historia de Jesús, un humilde maestro de un poblado colombiano, es la historia de millones de colombianos perseguidos, torturados, violados o asesinados a lo largo de todos estos años.
La historia de las víctimas de una guerra, que día a día sacrificamos en nuestros campos con nuestra cristiana indiferencia.
La ley Nacional de Víctimas y Reparación de Tierras 1448, fija al 9 de abril fecha en la que fue asesinado en Bogotá el Caudillo del Pueblo Jorge Eliécer Gaitán como el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas

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