martes, 2 de noviembre de 2010

Las batallas de Hernán Giraldo, y cómo terminó sometido a ‘Jorge 40’

El 18 de enero y el 8 de febrero de 2002 no fueron días normales en Santa Marta. La capital de Magdalena amaneció desierta. Ni un alma se aventuró en las calles, los comercios no levantaron sus cortinas de acero abajo, no salieron los buses, ni los taxis. “Parecía un domingo en plena semana, asustaba ver la ciudad tan sola”, recuerda una samaria que habló con VerdadAbierta.com.

Desde hacía unos días un rumor se había propagado de casa en casa: “Hernán Giraldo mandó a decir que nadie puede salir a la calle”. Muchachos en motos recorrían las calles, verificando que se cumpliera la orden de ‘El Patrón’. Ese mismo día, 15 mil campesinos cumplían dos semanas de bloqueo de la carretera Troncal del Caribe que comunica a Santa Marta con Riohacha. Y hacía menos de dos semanas, otro paro del comercio había sacudido a Santa Marta.

Los dos, el paro urbano y el sitio a la vía eran los últimos actos desesperados de demostración de fuerza de quien hasta entonces y por 20 años había sido el amo de las fuerzas militares ilegales de la región.

Informe de Verdad Abierta
Sin embargo, la derrota de Giraldo era inminente. Combatía aún en la Sierra, en minoría, con apenas 200 hombres contra las huestes unidas de Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’ y de los hermanos Castaño, que los sextuplicaban.

Desde hacía más de un año, ‘Jorge 40’ que había asentado su reino de terror en Cesar y el centro del Magdalena y sus aliados que venían de Córdoba y Urabá, habían empezado a presionar a Giraldo para que se sometiera a sus Autodefensas Unidas de Colombia. En su estrategia de expansión nacional, buscaban hacerse a las rutas de salida de cocaína y los millones de dólares que se movían en la zona costera frente a la Sierra Nevada. Era éste, en 2002, el último territorio de la Costa Caribe que les faltaba por dominar.

Como en otras regiones del país ante las pretensiones de control de las Auc, los precursores del paramilitarismo en el país, como Giraldo podían optar por plegarse a los nuevos señores de la guerra o por enfrentarlos, y él había escogido la batalla.

Tensión en la Sierra
 
En su gesta por armar su emporio de exportación de drogas y de protección a cambio de pagos extorsivos, Giraldo, también conocido como ‘El Viejo’, ya había lidiado a otros que le habían querido competir en ese paradisíaco rincón al norte de Colombia.

Eso le sucedió con el clan de Rojas. Ellos, que habían estado aliados a la casa Castaño desde los ochenta en sus negocios turbios, le habían reñido su territorio y finalmente habían pactado que ellos podrían controlar el paso por la población de Ciénaga, parte de la ciudad de Santa Marta y las veredas de Minca, Jirocasaca, Plamor y San Pedro de la Sierra. Sin embargo, llegaron a oídos de ‘El Patrón’ demasiadas quejas de abusos que los Rojas estaban cometiendo contra a campesinos, taxistas y comerciantes asediados por la violencia; que estaba fuera de control.

A finales de 1999, en un episodio que aún no claro, cerca de Santa Marta, los Rojas abalearon a Emérito Rueda, un comerciante del mercado de Santa Marta que era compadre de Hernán Giraldo. “Asesinaron al amigo de ‘El Patrón’ en sus propias narices, no iba a aguantar eso”, le dijo a VerdadAbierta.com un testigo de esa pelea.

En represalia, ‘El Patrón’ atacó el campamento de los Rojas entre Bonda y Girocasaca. Adán Rojas y a su hijo, Rigoberto, los dos jefes principales del grupo salieron heridos y fueron capturados a las pocas semanas en Barranquilla. El resto del clan abandonó la región y se refugió en Córdoba donde los Castaño. Sólo después volverían con estos a cobrar venganza.

Dos años después, el 10 de octubre de 2001, frente al Mendihuaca Caribbean Resort, un complejo turístico en la Troncal del Caribe, una docena de escoltas de Jairo ‘Pacho’ Musso, el segundo de Giraldo, descargaron sus fusiles AK-47 sobre una camioneta en la que viajaban unos policías que buscaban incautar un gigantesco embarque de cocaína de los paramilitares.

Esa masacre selló el comienzo del fin del imperio de impunidad en la que había prosperado Giraldo, pues los hombres trabajaban para la DEA, la agencia antidrogas de Estados Unidos. Pocos días después, la DEA y la Policía Antinarcóticos trasladaron más de 200 agentes a la Sierra, que lograron confiscar, según los medios de la época, 16 toneladas de cocaína.

También existen versiones conocidas por VerdadAbierta.com que aseguraron que los Castaño perdieron cargamentos de droga en el feudo de Giraldo. Así que después de la matanza de los agentes de la DEA, los Castaño, molestos además por el destierro de Los Rojas, pidieron en un comunicado público de noviembre de 2002, la cabeza de ‘Pacho’ Musso. Giraldo les contestó: “Un padre no entrega a sus hijos”.

El desafío de Giraldo lo puso en pie de guerra con sus “hermanos” paramilitares, quienes aprovecharon para emprender su ofensiva y controlar los negocios clandestinos de esas costas que aún no eran suyos.

Guerra entre ‘paras’

En diciembre de 200, según reportó la Defensoría del Pueblo en ese momento, panfletos de las Auc empezaron a circular en Santa Marta y en las veredas de la Sierra, anunciando la llegada de cientos de sus hombres para someter a Giraldo.

El asesinato de cuatro delegados de ‘Jorge 40’ y la explosión de una bomba frente a la Ferretería Gómez Hermanos, en pleno mercado de Santa Marta, pusieron a oscilar a los samarios entre el miedo y el terror.

Los Rojas, que aún tenían amigos en la zona, fueron la avanzada de los Castaño. Con ellos llegó la guerra sucia. Entre los matorrales de las veredas de la Sierra y en barrios samarios como el Once de noviembre, bastión tradicional de Giraldo, empezaron a aparecer cadáveres.

“Después de las 8 de la noche nadie salía de la casa, era como un toque de queda”, aún recuerda un joven samario que habló con VerdadAbierta.com.

En febrero de 2002, ‘Jorge 40’ pasó a la guerra frontal contra los 200 ‘paras’ de ‘El Patrón’. El ataque fue fulminante. Mandó 400 hombres por Dibulla, La Guajira, en el norte de la Sierra, y cerró la tenaza con 800 más que entraron por Minca, un pueblo a 15 kilómetros al norte de Santa Marta.

Bastaron dos combates para que quedara claro que ‘Jorge 40’ se coronaría como el nuevo ‘Señor de la Sierra’.

“Es que salía gente de todos lados, cuando uno miraba estaban encima de uno y se daba de baja y al minuto ya habían dos más ahí en el mismo sitio, nos tocó salir corriendo, escondiendo los fusiles”, dijo a VerdadAbierta.com un desmovilizado del grupo de Giraldo.

Según han coincidido varios paramilitares desmovilizados en sus versiones libres ante la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía, miembros del Ejército ayudaron a ‘Jorge 40’; llevaron tropas en camiones, prestaron apoyo aéreo, evacuaron heridos de las zonas de combate e incluso bombardearon las posiciones de Giraldo. Estas versiones aún no han sido ratificadas por la justicia.

Uno de los desmovilizados dijo a VerdadAbierta.com, por ejemplo, que “cuando ‘Pacho’ Musso envió a un emisario para tratar de comprar a un mando de la fuerza pública, éste le respondió que ‘Jorge 40’ le había triplicado esa chichigua que le mandaba Giraldo”.

Derrotado, con sus tropas desperdigadas por toda la montaña, Giraldo pidió en febrero de 2002 un cese al fuego. En mayo las Autodefensas Campesinas del Magdalena y La Guajira (ACMG), firmaron un acuerdo de paz con Carlos Castaño y su segundo, quien que condujo el combate, Edgar Córdoba Trujillo, alias ‘Cinco Siete’. Le dieron 24 horas a Musso para esfumarse. Un año después las autoridades lo capturaron en Venezuela.

Bajo las órdenes de ‘Jorge 40’, las autodefensas de Giraldo, adoptaron el nuevo nombre de Bloque Resistencia Tayrona. ‘Cinco Siete’ fue nombrado jefe militar y Los Rojas volvieron de su destierro. Giraldo quedó como una figura decorativa, con mando sobre sus escoltas.

Según la versión de un desmovilizado del grupo de Giraldo que conoció los términos de su rendición, Carlos Castaño le exigió a su antiguo jefe que le traspasara gran parte de sus rentas financieros y el control total sobre las rutas de cocaína. Además Castaño ordenó que los hombres de Giraldo fueran repartidos en diferentes frentes del Bloque Norte, para evitar así una sublevación en su contra.

Los nuevos amos

Con la llegada de ‘Jorge 40’, los samarios se tuvieron que acostumbrar a un terror más despiadado aún que el de Giraldo. Los nuevos paramilitares estaban más organizados y querían no sólo ganar dinero con los negocios ilegales, sino además cooptar el poder político y crear una nueva estructura económica en la región.

“Hicieron censos entre los campesinos y hacendados, y cobraban una tarifa fija, por hectárea, sin importar si la tierra era de un colono que llevaba mucho tiempo ahí. A los comerciantes también les tocó pagar en dinero, cuando antes completaban con víveres”, le dijo otro desmovilizado a VerdadAbierta.com.

Los ‘paras’ de ‘Jorge 40’ se adueñaron además del débil Estado en la región. Un análisis sobre parapolítica en Magdalena de la Fundación Nuevo Arcoiris señala que las elites pasaron de una relación relativamente horizontal frente a Giraldo a una sumisión al yugo de ‘Jorge 40’.

Según José Gelvez Albarracín, alias 'El Canoso, ex jefe paramilitar, a 'Jorge 40' le interesaba ganarse las 29 alcaldías y la gobernación de Magdalena con candidatos apoyados por las autodefensas, para que de esta manera se financiaran los distintos frentes. Detrás estaba el proyecto de refundar la patria del que se habló en varios de los acuerdos que firmaron con líderes políticos y agrícolas.

Por medio de los pactos de Chivolo y Pivijay en 2001 y El Difícil en 2003, tovar Pupo dividió el departamento en distritos electorales y escogió qué candidatos iba a apoyar el Bloque Norte. Así fue como en las elecciones locales de 2003, los paramilitares presentaron candidatos únicos o apoyados por ellos a las elecciones para la gobernación, asamblea departamental, alcaldías y concejos de Magdalena.

Los candidatos que no quisieron obedecer sus órdenes fueron amenazados, desplazados e incluso asesinados, como el médico Eugenio Rafael Escalante Ebrath que fue abaleado en noviembre de 2002 por inscribirse a las elecciones a la Alcaldía de Concordia sin autorización de ‘40’.

Ese año Trino Luna fue elegido gobernador después de presentarse sin contendores; José Francisco Zúñiga, salió alcalde de Santa Marta, por las para- financiación y la presión que ejercieron los armados sobre sobre los electores para que votaran por él. Trino Luna fue condenado en octubre de 2007 a tres años y ocho meses de prisión por hacer pactos con los ‘40’. Zúñiga por su parte tiene una sentencia a cuatro años de cárcel, dictada por un juzgado de Santa Marta en abril de 2009.

Otros muchos alcaldes y concejales de los municipios de Magdalena están hoy tras las rejas o investigados por parapolítica.

Según las investigaciones académicas y de la Corte Suprema, en las elecciones nacionales de 2006, ‘Jorge 40’ volvió a tener una injerencia importante por lo que hoy ocho ex congresistas del departamento están investigados o condenados.

“Empezaron a copar la política de una manera muy organizada. Tenían gente en Bogotá que les mandaba información y sabían exactamente cuánta plata llegaba a un municipio, cuál era el presupuesto, qué impuestos había, qué obras estaban programadas. Así pedían y robaban con información en mano” le dijo a VerdadAbierta.com un desmovilizado, que confesó que en 2003 le tocó votar siete veces por Trino Luna.

‘Jorge 40’ montó empresas fachadas, asociaciones como las de Mujeres de la Provincia, que se llevaron miles de millones de pesos en contratos y le exigió a los alcaldes que ayudó a elegir puestos burocráticos en sectores clave como salud y educación para saquear el erario público.

En marzo de 2006, por fin se desmovilizaron los 4700 paramilitares del Bloque Norte, gracias a una enorme presión militar del gobierno, pues a última hora ‘Jorge 40’ quería salirse del acuerdo con el gobierno firmado en Santafé de Ralito. En Magdalena y Cesar se pensó entonces que se podría respirar con más tranquilidad. Casi treinta años de violencia paramilitar y guerrillera, según los datos que ha recogido la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía en su enorme tarea de investigación del Bloque Norte de las Auc, dejaron más de 200 mil desplazados, 127 masacres, mil secuestrados, por lo menos 650 desaparecidos y ocho mil víctimas en eso dos departamentos.

Sin embargo la paz sólo duró un suspiro. Detrás de ‘Jorge 40’ llegaron Los Nevados, Los Paisas y, lo más paradójico de todo, que después de tanta sangre a nombre de la lucha contrainsurgente, las guerrillas siguen arraigadas en lo más alto de la Sierra Nevada. Las armas cambiaron de dueño, pero la violencia aún sofoca al Magdalena.

Según Acción Social entre 2007 y 2009 cerca de 40.000 campesinos abandonaron sus tierras en el departamento por temor. La tasa de homicidio sigue siendo más alta que la de ciudades como Bogotá.

Y es que, a pesar de los esfuerzos de muchas personas valerosas en el Magdalena, es difícil construir una sociedad pacífica sobre un terreno que por tantos años ha sido fértil para la violencia, por la corrupción de las élites y de miembros de la fuerza pública y otros funcionarios del Estado, y el narcotráfico que nunca se desmontó

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